«Zona de promesas»…Mercedes Sosa
No siempre somos conscientes de cuánto nos cambia la migración hasta que nos encontramos en otro lugar, con nuevos paisajes, nuevos sonidos y, a veces, un silencio desconocido dentro de nosotros mismos. No es solo un traslado físico; es una transformación que nos desafía de formas inesperadas. Dejamos atrás la certeza de lo cotidiano, las conversaciones espontáneas, los abrazos familiares. Y aunque la migración puede abrir puertas y ofrecer nuevas posibilidades, también nos confronta con la necesidad de reconstruirnos en un entorno que todavía no sentimos propio.
El duelo migratorio: cuando dejar atrás duele
Migrar significa despedirse, a veces de forma abrupta, de personas, lugares y costumbres que nos dieron identidad. La nostalgia aparece en los olores familiares que ya no nos rodean, en los sabores de la infancia que ahora son difíciles de encontrar, en la música que nos transporta a un tiempo que ya no es el mismo. Este proceso de pérdida y adaptación se conoce como duelo migratorio, y puede manifestarse en formas diversas, como por ejemplo, a través de tristeza, ansiedad, insomnio o incluso culpa por haber tomado la decisión de partir.
Aceptar que extrañar es natural es clave para no reprimir estas emociones. No se trata de olvidar lo que quedó atrás, sino de encontrar nuevas maneras de integrar esas raíces en la nueva vida, sin perder de vista quiénes somos y de dónde venimos.
Reconstrucción de la identidad en un contexto desconocido
Cuando migramos, muchas de las certezas que antes nos daban seguridad se tambalean. Nuestra profesión, nuestro círculo social, incluso nuestra manera de comunicarnos pueden perder fuerza en un entorno nuevo donde las reglas son distintas. Esto puede generar una sensación de desarraigo, de no pertenecer del todo a ningún lado.
Sin embargo, la migración también es una oportunidad para redescubrirse. Adaptarse no significa renunciar a la propia identidad, sino aprender a integrarla en un contexto diferente. Encontrar espacios donde podamos expresarnos con autenticidad, construir nuevos vínculos y desarrollar nuevas habilidades nos permite darle sentido a la experiencia migratoria y reconectar con nosotros mismos.
Estrategias para gestionar el impacto emocional de la migración
Cada proceso migratorio es único, pero hay algunas herramientas que pueden ayudar a transitar los cambios emocionales que implica:
- Construir nuevas redes de apoyo: Sentirse acompañado es fundamental. Buscar comunidades de migrantes, espacios culturales o grupos de interés ayuda a mitigar la sensación de soledad.
- Crear rituales de arraigo: Incorporar costumbres propias al nuevo entorno genera estabilidad. Cocinar platos familiares, mantener ciertas rutinas o llevar objetos significativos son formas de conectar con nuestra historia.
- Darse tiempo para la adaptación: Migrar es un proceso, no un evento aislado. La adaptación no ocurre de la noche a la mañana, y es importante permitirse transitarla sin prisas ni juicios.
- Cuidar la salud mental: No minimizar el impacto emocional de la migración. Conversar con un profesional especializado puede brindar herramientas valiosas para gestionar el duelo, la ansiedad o el estrés.
Encontrar un nuevo equilibrio
El sentido de pertenencia se construye con el tiempo y a través de pequeños gestos cotidianos. Aprender a habitar el presente sin perder la conexión con el pasado es parte del camino.
Si sientes que el proceso de adaptación está siendo más difícil de lo esperado, en Caleidara, te invitamos a descubrir nuestros espacios de apoyo, terapia y comunidad. Encontrar nuevas formas de pertenecer no significa dejar atrás quién eres, sino expandir tu historia y hacer de cada lugar un nuevo hogar.